La marea
Así, condenada a ser regida por los estados de la maternal luna, con sus subidas y bajadas, las que parecen llegarnos al cuello, obligando sinapsis neuronales salidas de los esquemas que parezcan traer la calma a tan magnifico oceano.
Saltas y nadas, sólo flotas, decides hundirte, o encuentras el placer en la ola que ligeramente parece arrastrarte tan fuerte. Finalmente vuelas y te encuentras, meciendo tus pies, desde la redonda, la infinita, la maternal chía.